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PARA SIEMPRE SAL Y LUZ


La fecha del 25 de enero es sumamente importante para la Familia Paulina, en ella recordamos y celebramos aquel importante hecho en la vida de nuestro querido apóstol san Pablo: su primer encuentro con Cristo. Encuentro que dio una plenitud nueva a su corazón, a su vida, encuentro que lo convirtió en discípulo misionero. Para nosotros, que tenemos a san Pablo como modelo, este día es una fiesta.

Esta misma fecha, del año 2020, fue elegida por las Anunciatinas de Argentina (del Inst. Paulino de Vida Secular Consagrada Nuestra Señora de la Anunciación) para celebrar, junto a la conversión de san Pablo, la profesión de votos perpetuos de Carmela María Rosario Dato y María del Pilar Piñero, y la primera profesión de votos de Patricia Mónica Bruno y Verónica del Valle Bazán. Con todos esos acontecimientos, la fecha fue una verdadera y gran fiesta.

El lugar elegido fue la capilla de la casa de Oración Beato Timoteo Giaccardo que las hermanas Discípulas del Divino Maestro (Familia Paulina) tienen en la ciudad de Córdoba. Las Anunciatinas habíamos comenzado nuestros Ejercicios Espirituales el 20 de enero, y la fiesta de san Pablo sería el gran cierre.

Ese 25 de enero, el día comenzó totalmente soleado, ni una nube tapaba el cielo celeste, y por supuesto, como suele suceder en Córdoba en enero, desde temprano el calor comenzó a azotar muy fuerte. Pero el calor no nos desanimó. Después de la oración matutina y el desayuno, las hermanas Discípulas ya andaban de acá para allá colocando las más bellas, coloridas y perfumadas flores, reflejo de la belleza, bondad y creatividad del Creador, armando floreros, armando el altar, y decorando de la manera tan hermosa y delicada como sólo ellas lo saben hacer. Las anunciatinas también iban de un lado para el otro acomodando cancioneros, bancos, reclinatorios, libros y rituales, para que todo estuviera especial… la emoción se sentía en el aire. Mientras tanto, los invitados iban llegando, familiares, amistades y familia Paulina. El coro ya ensayaba los cantos. El mismo Alberione nos bendecía y miraba desde su rostro impreso en un pañuelo que marcaba el ambón desde donde se proclamaría la Palabra de Dios (recordemos que en las vísperas de ese mismo día se celebraría por primera vez el “día de la Palabra de Dios” proclamado por el papa Francisco - ¡que alegría para la Familia Paulina!-).

La Eucaristía comenzó. Al sonar el canto de “Cristo Maestro” avanzó la procesión de entrada con el incienso, los cirios, la Palabra en alto y los sacerdotes celebrantes, el padre Aderico Dolzani, de la sociedad de San Pablo y el padre “Gigo”, sacerdote diocesano. Los niños llevaban los objetos para las profesiones. La emoción se fue transformando en alegría a medida que avanzaban los rituales, se leían las lecturas y se celebraba al gran apóstol san Pablo. La homilía del padre Aderico fue muy movilizante, encendió nuestros corazones con el ardor misionero de Pablo y de Alberione. Dio gracias por todos aquellos que dan su SÍ al Señor, de diferentes formas, ya que mientras existan personas que digan SÍ al Señor, hay esperanza de que el mundo puede mejorar.

El calor seguía muy fuerte, pero la alegría era aún mayor. Las lágrimas de emoción comenzaron a caer cuando Patricia y Verónica, de rodillas y con la mano sobre la Biblia dieron su primer SÍ al Maestro en la vida consagrada profesando los votos evangélicos según la fórmula del Instituto. Siguieron abrazos y la entrega de unos lindos crucifijos.

Al terminar la primera profesión el sacerdote llamó a quienes harían sus votos perpetuos. Entonces comenzó la parte más hermosa, donde el Espíritu Santo es el protagonista y se hace presente mediante la imposición de manos y el solemne canto de las letanías. Allí estábamos, Carmela y yo postradas rostro en tierra, sabiendo de nuestra nada, implorando al Espíritu Santo y a todos los santos de la Iglesia que nos asistan para poder responder a tal llamado que no merecemos. Y la fuerza del Espíritu se sintió, llegó a nuestros corazones, y con este Espíritu y total firmeza, ambas, de rodillas, con la mano sobre la Palabra, dimos nuestro SÍ a la Trinidad, nuestro SÍ para siempre, nuestro SÍ al igual que el de María nuestra madre, maestra y reina. Nuestro SÍ a vivir, amar y dar a Jesús Maestro y Pastor de manera radical, siendo laicas, llevando el carisma y la misión de la Familia Paulina al mundo que nos toca vivir.

Había algo nuevo, la fuerza del Espíritu nos había transformado a todos, como lo hizo con san Pablo… emoción, alegría, lágrimas, más abrazos. Ahora sí, por gracia de Dios, de Cristo por siempre, para la misión.

Junto al pan y al vino todos los presentes ofrendamos nuestras vidas, nos unimos al sacrificio eucarístico de Cristo, y al comulgar nos unimos todos al Maestro para compartir plenamente el gozo de nuestro corazón.

La emoción continuó ya que después de la comunión Lucrecia Caglieris con mucha felicidad y decisión realizó su primera renovación de votos, y Rosalía Pereyra, que este año cumple 25 años de vida consagrada “anunciatina”, invitó a todas las anunciatinas a renovar junto a ella el SÍ ante Jesús que es Maestro, Camino, Verdad y Vida.

Antes de terminar tan bella ceremonia, invité a mis padres a realizar junto a mí una ofrenda floral a la Virgen María, pues, ¿quién mejor que esta Madre para ser custodia orante de este SÍ que acabábamos de dar? Así fue como mis padres, todas las neo profesas y la de aniversario, fueron invitados a realizar una entrega confiando en el corazón de María con el símbolo de la ofrenda floral.

El canto de despedida fue “Mar adentro”, un canto misionero como símbolo de que ahora, como anunciatinas, como consagradas laicas para ser sal y luz en el mundo, ¡somos enviadas a la misión!

Después de la celebración de la Eucaristía compartimos todos un rico almuerzo en un lugar un poco más fresco, ya que verdaderamente el calor era fatal. Quiero destacar que la decoración de todo el lugar fue hermoso, cada detalle bien cuidado y lleno de amor. Agradecemos también todas las manifestaciones de cariño, tanto amor, los obsequios, las cartitas, los llamados y mensajes que nos hicieron llegar, pero sobre todo, la presencia espiritual de todos aquellos que al estar lejos se unieron a nosotros por medio de la oración, realmente se sintió fuerte la comunidad que nos acompañó desde el espíritu, y claro, también la comunidad que nos acompañó desde el cielo.

Qué lindo hoy, después de todo lo vivido, poder pronunciar con verdadero gozo, con agradecimiento, las mismas palabras que dijo María, nuestra madre de la Anunciación: “Mi alma canta la grandeza del Señor”, pues todo es obra suya.

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