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EMAÚS, amistad pascual


En estos tiempos pascuales...

Andando por el camino, dos amigos iban caminando juntos… Era el atardecer del primer día de una semana que miraba perpleja los acontecimientos de la muerte de Jesús de Nazaret, de un aparente fracaso. De pronto, el Señor se hizo el encontradizo, los primereó, ellos en principio no lo reconocieron, hasta que, en el diálogo y el partir el pan se dieron cuenta: ¡Es el Señor!

El pasaje del encuentro entre el Resucitado y los “Discípulos de Emaús” puede ser visto desde muchas aristas, ha sido siempre paradigma en la liturgia, en la catequesis, en la animación bíblica, etc. Hoy, mientras meditábamos el Evangelio en la Misa comunitaria, y luego del mensaje de Whatsapp de un amigo querido, me vino el anhelo de meditar el pasaje en clave de amistad, de amistad pascual.

Esta amistad la sintetizo en tres características: es sinodal, da frutos y es misionera.

Amistad sinodal: Aquellos discípulos “bajoneados” caminan juntos, envueltos en su pesadumbre, pero juntos al fin, son capaces de acompañarse en las buenas y en las malas. Los verdaderos amigos tienen esa capacidad. Es en ese camino “sinodal” (una palabra muy querida por el Papa en estos tiempos, que no es otra cosa que caminar juntos), el Amigo sale al encuentro, es el Resucitado que ha venido a sacarlos de esta “fiesta de quejas y lamentos”. Solo caminando juntos se encuentran soluciones duraderas, más viables, como diríamos en el lenguaje editorial.

Amistad que da frutos: Una amistad cerrada es una amistad estéril. Los hermosos momentos de intimidad que compartimos con nuestros amigos de confianza son únicos; sin embargo, no podemos dejar de lado que todo ello debe dar fruto, es una característica que hunde sus raíces en la mismísima comunidad trinitaria. Esta amistad abierta de aquellos discípulos hizo posible que se sumara un tercero, ¡Qué tercero! Hoy pido para vos y para mí que nuestras amistades siempre tengan como tercero a Jesús, como protagonista.

Amistad que es misionera: Una vez que descubrieron que era Jesús, ambos amigos no pudieron contener su alegría, salieron de casa, sin miedo y sin quejas, ahora su amistad los hacía evangelizar juntos, anunciar lo que Jesús había hecho con ellos. Con gran cariño recuerdo mis años en Buenos Aires, compartiendo iniciativas de apostolado con amigos que “me hacían la gamba”* y me apoyaban con charlas, cantos, misiones, palabras de aliento, un mate, una lectio divina al atardecer.

Gracias, Jesús Maestro, que eres Amigo, por caminar con nosotros, bendice siempre a nuestros amigos.

* Argentinismo que significa dar una mano, ayudar, acompañar.

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