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PARA SIEMPRE FIEL


La vocación del primer sacerdote paulino


En una sala del Seminario diocesano de Alba, el joven José Giaccardo es interrogado por su obispo. En medio de sus estudios y vida de seminario, “Josechu” (así lo llaman sus amigos), ha conocido al P. Santiago Alberione, quien había dado inicio a un sueño que siente como voluntad de Dios: el apostolado de la Buena Prensa, de la evangelización a través de los medios de comunicación. Este proyecto se lo comenta a José y el joven seminarista se entusiasma. Ha comenzado a formar parte de sus sueños.


En esa misma sala, está dispuesto a seguir lo que le dice su corazón, a seguir lo que él percibe como voluntad divina. Hasta que el obispo le pregunta: “¿Estarías dispuesto a dejar la vida de clérigo para irte con el P. Alberione y su nuevo emprendimiento?”. La pregunta tocó fondo en el corazón de José, quien en silencio meditativo tenía ya una respuesta: sería apóstol, sí, pero con la prensa, con los nuevos medios. Era un salto de fe muy grande.


Han pasado exactamente cien años de ese hecho. Luego de aquella pregunta, el obispo de Alba, Mons. Re, viendo el talante personal y misionero de José, le permite seguir cursando los estudios de Teología y que, a su vez, siga el apostolado abierto por el P. Alberione con la naciente Sociedad de San Pablo. Aquel mismo año, Giaccardo pasaría a formar parte de los primeros paulinos, quienes emitieron la profesión religiosa el 8 de diciembre de 1917. Desde aquel momento, según la costumbre religiosa de la época, cambió de nombre y pasó a llamarse Timoteo, como el fiel discípulo de san Pablo.

Dos años después, el 19 de octubre de 1919, llegaría el ansiado momento de la ordenación sacerdotal, convirtiéndose en el primer sacerdote paulino. En su diario personal, recuerda ese día con gratitud, la misma con la que encaró en toda su vida de apostolado como redactor, imprentero, consejero, formador, superior de comunidades, amigo, hermano, padre... Los paulinos lo llamaban “señor maestro”, y vaya que lo fue: precedió a todos con el ejemplo, con la mansedumbre, con la audacia y la entrega para el apostolado.


Los desafíos en su vida estuvieron a la orden del día, desde aprender hasta obedecer y vivir creativamente la fidelidad prometida al Evangelio y al Fundador. Tuvo que partir, por ejemplo, a iniciar la comunidad de Roma con muy pocos centavos en el bolsillo, sufrir las incomprensiones ante un apostolado y forma de consagración nuevos en la Iglesia, multiplicarse para hacer varias cosas a la vez y cuidar de los muchachos a su cargo... ¿Cómo lo hizo? Dando saltos de fe, siendo cada vez más fiel al pacto hecho entre Jesús y él en el día de la profesión religiosa, tal como lo había sentido aquel día en que se entrevistó con su obispo.


A los 52 años, en 1948, el P. Giaccardo partió a la eternidad, luego de haber ofrecido la vida por la aprobación de una de las congregaciones de la Familia Paulina: Las Pías Discípulas del Divino Maestro. Se iba para interceder, pero el sueño paulino no terminaba para él, lo continuaría en el Cielo. El 22 de octubre de 1989 el papa Juan Pablo II lo declaró beato, siendo el primer miembro de la Familia Paulina en recibir el honor de los altares.


Quizá hoy un joven esté leyendo estas líneas. A este joven, el P. Giaccardo lo invita a trabajar por la realización de sus ideales y que, escuchando la llamada del Señor, para que sea siempre fiel.


*José Miguel Villaverde Salazar es religioso paulino de votos temporales. Actualmente lleva adelante los estudios de Teología en Argentina y reside en la Comunidad Provincial. en Buenos Aires. Es Coordinador de SAN PABLO Radio Argentina y responsable del proyecto "Soy Paulino", formando parte del Equipo de Pastoral Vocacional para Argentina y Uruguay.

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