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UN HERMANO QUE IMPRIMIÓ EL EVANGELIO EN SU VIDA. La figura del Hermano Borello presente hoy


En el primer semestre del 2017 los juniores paulinos comenzamos un curso de Gestión en Producción Editorial en la “Fundación Gütenberg”. Para nosotros fue un tomar contacto más directo con diversas áreas que están detrás de la edición del libro. Pasando por las aulas de dicha institución vimos una dedicada al mundo de la imprenta, donde un profesor enseñaba a un nutrido grupo de muchachos cómo funcionaba una de esas máquinas. Personalmente me vinieron a la cabeza los inicios de nuestra Congregación (que, obviamente, he visto solo por fotos) y con ello el asombro de nuestros hermanos de las primeras horas que pudieron trabajar de lleno en el mundo de la imprenta, desde el hacer el papel hasta ver la obra impresa. En ese mundo vivió el Hermano Andrés Borello, un humilde muchacho trabajador, que, en la sencillez de los primeros años, vivió santamente, haciéndose “papel” donde se escribiese una bella página del “Evangelio” hoy.


Andrés fue Discípulo del Divino Maestro (como llamamos en la Congregación a los Paulinos Hermanos). Ingresó a los 20 años a la Sociedad de San Pablo inspirado, entre otras cosas, por el ejemplo del pequeño Mayorino Vigolungo cuya vida la leyó en una pequeña biografía que circulaba de él. Fue en los pasillos con olor a tinta de una de las casas de la Sociedad de San Pablo donde Borello comenzó el camino para “hacerse santo”, o diríamos hoy, para decir que sí a la llamada a la santidad que a todos nos hace Dios. Nuestro hermano quiso dar su respuesta como religioso, como imprentero y zapatero, misionero en el silencio, con la bondad de su sonrisa, la destreza de sus manos, el fervor de la oración.


Las biografías que de él se han escrito destacan su humildad y servicialidad, nosotros aquí destacamos también su humanidad a la hora de ser un religioso siempre joven, abierto a la escucha, partícipe de los juegos, trabajador, consciente de que no somos “francotiradores”, sino que cada acción que hagamos dentro del cuerpo apostólico de nuestra misión repercute en bien de la misma.




Cuando a los 32 años le vino la enfermedad que lo llevaría a la muerte, Borello no cesó en sus empeños, siguió rezando, hizo de su vida una ofrenda, que el Señor transformó en “ofrenda permanente”. Era consciente de los avatares de la vida religiosa, de nuestra inconstancia en la fidelidad, de cómo a veces nos gana el orgullo de querer “cortarnos solos” y apartarnos de la misión encomendada.



Hoy Borello mira con nosotros a tantos jóvenes deseosos de aprender, a esos muchachos que en las clases de la Gütenberg abren bien los ojos y toman mucha atención en el funcionamiento de las máquinas de imprenta. Borello intercede también por ellos, sabe que cada hoja que se imprime puede contener mensajes de vida, de belleza, de progreso, de Evangelio. Que su intercesión despierte en el corazón de los jóvenes el anhelo de imprimir en la vida misma a Cristo y a nosotros la fidelidad para saberlo comunicar, para que hoy y siempre digamos con Jesús Maestro: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 14, 34).


*José Miguel Villaverde Salazar es religioso paulino de votos temporales. Actualmente lleva adelante los estudios de Teología en Argentina y reside en la Comunidad Provincial. en Buenos Aires. Es Coordinador de SAN PABLO Radio Argentina y responsable del proyecto "Soy Paulino", formando parte del Equipo de Pastoral Vocacional para Argentina y Uruguay.


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