DOS CONVICCIONES EUCARÍSTICAS DEL BEATO ALBERIONE
Mucho se habla y escribe acerca del pensamiento del beato Alberione sobre la Eucaristía. En su experiencia de vida y en sus escritos descubro dos grandes líneas que lo caracterizan, aunque se lo eleva a un podio que él no quisiera ocupar por sus largas horas de oración o su pensamiento preciso sobre la vida eucarística de todos los apóstoles contemporáneos.
“Hemos nacido de la Eucaristía”. No hay convicción más profunda del P. Alberione, porque se remonta a su experiencia de noche santa, cuando era seminarista y tenía 16 años, y rezaba ante el Santísimo para que el nuevo siglo, el XX, naciera y se desarrollara según el corazón del Divino Maestro. ¡Gran misión recibió de Jesús Eucaristía!, para un convulsionado siglo pletórico de novedades, avances científicos y culturales, conquistas espaciales, declaración de los derechos humanos…, pero una centuria nefasta y plagada de guerras, explotación humana, bombas nucleares, fundamentalismos, ideologías contrapuestas, genocidios, dictaduras…
Esa experiencia la traspasó a sus hijos e hijas, nacidos de la Eucaristía, para la vida del mundo. Misión que se desarrollará con la comunicación social. Por eso, en un mundo apartado de Dios, que grita con Nietzsche “Dios ha muerto”, comunicar la belleza de la unión con Jesús, al estilo de san Pablo “es Cristo quien vive en mí”. En un mundo dividido por las guerras e ideologías, propiciar la experiencia de la comunión eclesial y social. En un mundo materialista, déspota e individualista, celebrar la misa con conciencia social.
En tiempos del P. Alberione se distinguía la Eucaristía celebrada, la recepción de la eucaristía o comulgar y la reserva eucarística para su adoración. No siempre se comulgaba en la misa. Por eso dejó como práctica distintiva la Visita Eucarística, que es ir a la escuela del Divino Maestro, es ir a escuchar lo que él quiere comunicar a los hombres y mujeres de hoy, para que el apóstol sea mediador entre Dios y los hombres con su apostolado. Así, la práctica de la oración eucarística no es un intimismo asfixiante, sino diálogo que hace palpitar el corazón del apóstol para que se interrogue, delante del Maestro, sobre los cuestionamientos de la humanidad de hoy y comparta respuestas propositivas para generar un mundo mejor. Para que, al estilo del buen Pastor, sienta compasión por esa multitud que camina como ovejas sin pastor, y luego comunique misericordia, consuelo y paz al mundo.
El Maestro está con nosotros. Es una segunda gran convicción. En la escuela del Maestro, de puertas abiertas a la realidad, que no es el cenobio del encierro, desde ahí él quiere iluminar y pide no tener miedo, porque en esta difícil e incomprendida misión está con nosotros. Quiere, además, que en esa escuela aprendamos a reconocer que debemos vivir en continua conversión, para que no nos durmamos en los laureles ni repitamos fórmulas, ni vivamos de añoranzas de un pasado que no volverá, ni creamos que somos los artífices de la misión actuando como superhéroes, solos y desorganizados. Es por eso que en cada capilla paulina se encuentra esta frase: “No teman, yo estoy con ustedes. Desde aquí quiero iluminar. Vivan en continua conversión”.
La práctica de la Visita es una práctica espiritual de los apóstoles modernos, que evangelizan con la comunicación. Ahí está el Santísimo a la mano, expuesto, entregándose para inspirar el apostolado, para purificar y alentar a los discípulos misioneros. Si se vive en el espíritu de esas dos convicciones del Fundador sobre la oración eucarística, la vida religiosa y apostólica será fermento en la masa, profecía para el mundo y consuelo para los afligidos. Si vivimos así seremos significantes para un mundo insubstancial.
* P. Fernando Teseyra es sacerdote paulino argentino. Reside en la Comunidad de Florida (Buenos Aires) de la cual es Superior. Ha desarrollado su vida paulina también en Chile y en Perú. Actualmente es Director de los Periódicos "La Liturgia Cotidiana" de Argentina, Paraguay y Uruguay, "El Domingo" y "La Hojita de los niños".